La Zona Cero de Nueva York. El vacío en la arquitectura

Post date: agosto 12, 2020 | Category: Décimo Octava Edición Diciembre 2018

Resumen:

La arquitectura nos permite enviar y recibir mensajes: comunicarnos. Comunicación que permite transmitir los distintos momentos del hombre en la historia y son los arquitectos quienes tienen la responsabilidad de aprender y manejarse con dicho lenguaje.

Esta comunicación siempre se hace de acuerdo con la sociedad en que se esta inserto, al contexto donde se trabaja y en función de los momentos sociales que se viven. Por ello la necesidad de analizar un par de ejemplos que permiten observar las diferencias de comunicación que distintos arquitectos utilizan valiéndose de referentes de contenido social.

El vacío en la arquitectura es un concepto poco tratado y vale la pena debatir sobre él, a partir de ello se realiza el presente escrito a la luz de un par de ejemplos de diseño, abordando lo que algunos autores han dicho al respecto y estableciendo el particular punto de vista del que escribe.

Palabras clave: Arquitectura, espacio, vacío, hueco.

 

La expresión zona cero o “Zero Zone” es una adecuación a la de “Ground Zero”; que en 1946 fue utilizada en la jerga militar para definir la parte del suelo que se encontraba justo debajo de la explosión de la bomba atómica.

 

A lo largo del tiempo, se ha empleado este término para indicar el punto de mayor destrucción de terremotos, epidemias y otros desastres tanto naturales como humanos. En la actualidad, casi para nadie es una expresión desconocida por lo sucedido el 11 de septiembre de 2001 en el Centro de Comercio Mundial de Nueva York o World Trade Center (WTC), donde se ubicaban las Torres Gemelas que, en su momento, fueron los edificios más altos del mundo y que simbolizaban el capitalismo y el vigor económico de la ciudad y del país.

 

Con la caída de estas torres, se destruyó también la Terminal Hudson que servía de estación a trenes y líneas del metro de la ciudad, para lo cual se configuró un plan maestro de reconstrucción de la zona, que consideraba los nuevos edificios para el WTC, un Memorial por las víctimas, el nuevo Centro de Trasporte y el Museo del 11-S, entre otros.

 

Dicho plan maestro fue elaborado por Daniel Libeskind y, con esa base se encargaron la elaboración de los diseños de los distintos edificios a diferentes firmas y despachos de arquitectura, en donde además de Libeskind, se reconocen firmas como Norman Foster, Richard Rogers, Santiago Calatrava y Frank Gehry, entre otros.

Particularmente en este escrito nos referiremos al 9/11 Memorial que fue diseño de Michel Arad y Peter Walker llamado “Reflecting Absence” (Reflejando la Ausencia), y al Centro de Transporte o World Trade Center Transportation Hub, conocido como “Oculus” y cuyo diseño fue realizado por Santiago Calatrava.

 

Para ello conviene recordar que, si bien la arquitectura se relaciona con el arte y con el diseño, lo cual remite al proyecto y a la construcción, no debemos olvidar un sentido mucho más profundo: el social y comunicativo.

 

La arquitectura es un lenguaje, un medio de comunicación y por lo tanto es capaz de expresar los distintos momentos históricos del hombre y por ende los arquitectos deben entender la responsabilidad que tienen en el manejo de dicho lenguaje.

 

Lenguaje que no se expresa en solitario, sino en consonancia con el momento, con el contexto, con la sociedad. En ese sentido, los dos ejemplos a analizar permiten diferenciar la forma en que cada uno se comunica tomando como puntos referentes el contenido social y el concepto del vacío en la arquitectura.

 

Así entonces, vale la pena disertar de manera breve sobre el vacío, el vacío en el arte, concepto sobre el cuál se rige el sucinto análisis de estos diseños. El tema lo abordan distintos autores y pensadores, desde diferentes perspectivas y puntos de vista, coincidentes o no, pero entre los cuales se encuentra la arquitectura.

 

En el “Tratado del cubo” del arquitecto Juan de Herrera, citado por Alonso y Arzoz, se encuentra que entre los siglos II y IV se desarrolla un diálogo extenso sobre los conceptos griegos del espacio y del vacío. El espacio, en cierto sentido, no es otra cosa que Dios mismo, y el vacío, en sentido estricto no existe:

 

Si el espacio es objeto del pensamiento no lo es en tanto espacio sino en tanto que Dios.

Pero si es objeto de pensamiento en tanto que Dios ya no sigue siendo espacio en tanto que espacio, sino energía capaz de contener todas las cosas. (Alonso, 1996, pág. 44)

 

En el mismo tratado, los conceptos vacío y hueco establecen un razonamiento que explica la esencia divina:

 

Así para todas las cosas que dices que están vacías hay que llamarlas huecas y no vacías; por su misma realidad están llenas de aire y de aliento vital. (Alonso, 1996, pág. 44)

 

La arquitectura además de ser funcional revela otras características que han explorado pensadores como Gastón Bachelard, Arthur Schopenhauer y Martin Heidegger. El primero de ellos establece que la casa como refugio permite el trazar un límite entre el exterior e interior del ser humano. Schopenhauer explora la “no utilidad” de la obra arquitectónica, con lo que se muestra más y mejor su aspecto artístico. Él considera que la arquitectura debe expresar sólo las funciones de los elementos que la componen: la viga, el peso que soporta; el muro, su solidez. Pero también reflexiona sobre los templos, donde se revela el carácter espiritual del ser humano.

 

Continúa diciendo que la arquitectura simplemente representa lo material y con ello debe correr el velo de la natural predisposición espiritual del hombre, con una indiscutible función simbólica.

 

Jorge Oteiza, escultor vasco, es otro de estos personajes que escribieron al respecto y lo retoma como el nacimiento espiritual al crear el límite citado por Bachelard y que una vez comprendido, permite al hombre reconocerse como tal. En otras palabras, la arquitectura señala el origen de la conciencia espiritual y el camino del arte como la actividad de delinear límites que componen una auto comprensión de la condición humana.

 

Desde su formación como escultor plantea las muchas afinidades de su disciplina con la arquitectura y su reflexión del vacío -el vacío desocupado en la escultura y el vacío delimitado por la arquitectura- abre caminos a estudiar sobre la arquitectura como arte. Al analizar los templos establece que estos buscan encerrar o limitar un espacio sagrado, un vacío que es constitutivo del lugar. Por lo que sin duda en ese vacío se encuentra la auténtica naturaleza de la construcción, pues su función religiosa (espiritual, simbólica) se materializa en él.

De nuevo Heidegger, en su escrito “El Arte y el Espacio” establece que:

“El vacío no es nada. Tampoco es una carencia. En la materialización plástica, el vacío interviene como acto fundacional para la generación de lugares.” (Acasta, 2012, pág. 1)

Se puede tomar como una iniciación en la esencia de la arquitectura, interpretando que la arquitectura es dar sentido y significado al espacio que está entre los objetos que los conforman, dándole innumerables historias posibles.

Por lo tanto, el vacío es la arquitectura, pero, si el vacío no es nada, entonces, ¿qué es?… y reafirma: el vacío es la arquitectura… así entonces, entendemos que la arquitectura es lo opuesto a la nada, y lo opuesto a la nada es todo.

Recordando a Schopenhauer y su declaración de que la arquitectura es lo material, entonces los “objetos” que el arquitecto dispone y relaciona en un espacio son puntualmente lo que la arquitectura es. Los límites y limitaciones de ese vacío hacia fuera y hacia adentro es lo que le da cualidades al espacio arquitectónico

Cualidades de forma, articulación, función, texturas y la relación entre vacíos y vacíos superpuestos. Todo lo que se haga después quedará sometido por las cualidades primarias.

Hasta aquí la reflexión del vacío, de la que se puede decir de acuerdo con Oteiza, que es la esencia de la arquitectura. Pero ¿el hueco?, el concepto de Herrera traído a cuento por Alonso nos viene a develar en la dicotomía sujeto/objeto planteada por Maurice Merleau-Ponty en su Fenomenología de la percepción, que presenta el espacio hueco en los edificios arquitectónicos, y cuya desocupación no puede ser llenada por los objetos materiales que el arquitecto disponga, y mucho menos por aspiraciones espirituales de los sujetos y/o usuarios de dicho espacio.

Si el espacio vacío se mantiene invariablemente carente de contenido entonces es espacio hueco, lleno solo de aire inerte, carente de cualquier posibilidad que el sujeto lo ocupe, escaso en probabilidades de ser, es objeto limitado en sus características espaciales que le permitan ser llenado por la energía del espectador, del usuario, del otro… del sujeto.

Así, en la zona cero de Nueva York nos topamos con lo dicho aquí hasta ahora, nos encontramos con espacios huecos y espacios vacíos, con el WTC Trasportation Hub, el Oculus y el Memorial Reflecting Absence. Si bien la zona está compuesta por otros edificios relevantes para un análisis, nada más contrastante que estos dos.

El llamado Oculus, más allá de funcionar como un espacio de interconexión entre líneas del metro y trenes es un centro comercial que intenta con el comercio retener al usuario por más tiempo que el lapso que les toma ir de un andén a otro, de una tienda a la otra.

 

 

Esta obra inaugurada en 2016 y diseñada por Santiago Calatrava se ubica de acuerdo con el plan maestro del WTC y conecta a nivel de calle los jardines de la Saint Paul´s Chapel of Trinity Church Wall Street con los jardines del Memorial Reflecting Absence.

 

A partir de aquí me permitiré hacer una descripción del edificio, parafraseando otra realizada por el despacho del arquitecto encargado del diseño de este:

 

La estructura del Oculus tiene 98 metros de largo por 29 metros en su punto más ancho y 24.8 de altura… se accede por los extremos oriente y poniente y una vez dentro se baja 5.5 metros al nivel de confluencia superior, se continúa bajando otros 5 metros y se llega al nivel de confluencia general, nivel de principal venta al público.

 

Desde ese nivel es posible observar la claraboya que es sugestiva de tradiciones varias (mandorla Bizantina, alas de querubín encima del Arca de la Alianza, alas sobre canópicas egipcias), aunque es resumida según palabras del arquitecto Calatrava, como la imagen de un pájaro liberado por un niño.

La forma escultural del proyecto se alcanza por la repetición modular de las costillas de acero que unifican la composición y proporciona dignidad y belleza… entre las costillas, el cristal permite la entrada de luz natural, símbolo de esperanza y vitalidad.

 

 

Según el mismo Calatrava se apoya en “columnas de luz” y cada 11 de septiembre la claraboya del Oculus se abre para traer una rebanada de cielo neoyorkino, evocando el Phanteon de Agripa en Roma. Fin de la descripción.

 

Este enorme y caro centro de transporte y centro comercial no es por mucho la estación más transitada de la ciudad de Nueva York, de acuerdo con datos periodísticos es apenas la décimo octava, es decir, ni siquiera económicamente parece rentable, pero a primera vista casi puede hacer olvidar a uno lo que hay detrás (o debería haber) de cada obra de arquitectura.

 

La vista que ofrece desde cualquiera de sus entradas o situándose al centro en el nivel más bajo le quita el aliento a cualquiera, pasado el impacto visual primario y poniendo en marcha todos los sentidos uno se dispone a buscar las sensaciones de ese interior blanco gigantesco que, pasado un rato (no mucho, a decir verdad) se semeja cada vez más al interior de una ballena.

Su monotonía, su escala y su formalismo ofenden tanto al interior como al exterior de este, el arquitecto-mago de este objeto carece de trucos nuevos y repite los costillares blancos, en una constante autocopia de sus anteriores cometidos, soportando sus decisiones proyectuales en falsos simbolismos como los descritos por su despacho.

 

El recorrerlo en un sentido u otro no permite ninguna experiencia sensible digna de comentar y dando pie solamente a percepciones que más vale olvidar a riesgo de enamorarse de este tipo de representaciones visuales que poco o nada aportan a la experiencia espacial, por lo que lo hacen inhabitable. Por lo que el Oculus es un espacio hueco.

 

Quizá las disertaciones de Schopenhauer sobre la “no utilidad” de los espacios arquitectónicos cayó en manos del diseñador, si así fue, lo entendió mal.

 

 

Enfrente, del otro lado de la calle Greenwich, se encuentra el 9/11 Memorial Reflecting Absence, diseñado por el arquitecto Michel Arad y el paisajista Peter Walker y que fue inaugurado el 11 de septiembre de 2011, justo diez años después del atentado del 11-S.

 

El proyecto toma como base los cimientos de las Torres Gemelas, que se convierten en dos estanques rodeados de cascadas. A su alrededor se encuentran placas de bronce con los 2983 nombres de las personas fallecidas en los atentados de 2001 y de la bomba que estalló en 1993. El conjunto se complementa con la Memorial Plaza, un espacio adoquinado con un “bosque” de robles, incluido el árbol sobreviviente (survivor tree).

 

En una entrevista los diseñadores Arad y Walker declararon:

 

“…este lugar propone un espacio que resuene con los sentimientos de pérdida y ausencia… se inserta en un campo de árboles interrumpido por las huellas de las torres gemelas que ahora contienen piletas… son grandes espacios vacíos que reflejan la ausencia”

 

Los vacíos dejados por los cimientos son los símbolos de la pérdida que reflejan la ausencia y al visitar este monumento dicha realidad se percibe. Las piscinas negras y reflectantes tienen en su interior a su vez otra horadación más profunda que impide ver el fondo, las cascadas perimetrales de agua y su continuo viaje a las profundidades son hipnóticas y te llevan a un estado de tranquilidad y ensimismamiento.

 

Estas “huellas” contienen el “aura” (al que Walter Benjamin se refiere en sus reflexiones y escritos) de las torres Gemelas, una metáfora sobre el vacío que estas piletas contienen, no solo a partir del nivel que uno las observa de pie en la plaza, sino desde dicho nivel hacia abajo y por supuesto hacia arriba, hacia lo alto, hacia el espacio de las torres.

 

Al observar este monumento a la memoria, es fácil recordar la instalación «North, East, South, West», de Michael Heizer, en DIA: Beacon, obra de arte igualmente significativa para el que la conoce y advierte la experiencia sensorial de la obra.

Experiencia del espíritu, como bien lo dice Adolf Loos, es lo que este Memorial produce en todo aquel que la visita, siendo imposible sustraerse a la energía que el lugar contiene y desprende y que envuelve los cinco sentidos de los visitantes, quienes a su vez otorgan casi de manera inconsciente su propia energía, sentimientos y espiritualidad al lugar, manteniendo dicho espacio vacío constantemente lleno; lleno de aspiraciones espirituales y simbólicas que lo hacen un espacio habitable, un espacio vacío.

 

Para finalizar, en Heidegger encontramos un planteamiento dicho en una conferencia llamada Construir-Habitar-Pensar (Bauen-Wonhen-Denken):

“En todo lo que sigue intentaremos pensar sobre el habitar y el construir. Este pensar sobre el construir no trata de encontrar ideas de construcción ni de dar reglas de construcción. Este intento de pensamiento representa el construir a partir del arte edilicio o de la técnica, que lleva a construir hacia atrás, hacia el campo al que pertenece todo lo que es”.

Parece decir que se debe construir tomando como base todo lo que tiene la condición de realidad y construir para habitar. Ya que para él construir y habitar debe ser lo mismo y se traduce con el pensar. Dicho de otra manera, la arquitectura debe preocuparse por la construcción de conceptos, además de la construcción de objetos.

Construir y habitar son concepciones básicas de todo arquitecto, en el pensar está la clave, en el arquitecto debe estar la capacidad de traducir su mirada lejana, estática y bidimensional a la mirada cercana, dinámica y tridimensional del usuario, lo cual es fundamental para el llenado de esos espacios vacíos.

Maurice Merleau-Ponty por su parte, dice no concebir al ser humano como producto de relaciones casuales, por lo que los significados que se dan al mundo no son meras elaboraciones intelectuales, sino que se generan conscientemente, pues de acuerdo con el mismo autor, “toda conciencia es conciencia de algo”.

Así, en tanto seres intencionales, percibimos el mundo como un objeto intencional con visiones parciales que se dan en función a nuestra posición perceptiva y por ello estas visiones incompletas cuentan con un grado de indeterminación que se encuentran tanto en la conciencia como en la ciencia, por lo que se estaría engañando al decir que la posición aquí planteada respecto a los edificios comentados es plena y determinante; sin embargo, el reconocer lo indeterminado como un fenómeno positivo es básico para abrir un campo rico en posibilidades para la comunicación e interpretación arquitectónica.

Así, el ciclo pensar, construir y habitar el vacío son componentes básicos en la solución de los cometidos arquitectónicos. La Zona Cero de Nueva York pone en evidencia los vacíos y huecos del hecho arquitectónico.

 

Bibliografía

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