Post date: octubre 27, 2015 | Category: Decima Primera Edición Diciembre 2011
El texto lo realiza el autor por invitación de la UNESCO dentro del proyecto “Educar para un futuro viable” a fin de lograr una contribución a los cambios de pensamiento indispensables para preparar el porvenir de la Educación. Y es que no es para menos la preocupación que muestra en el prólogo el director de la UNESCO Federico Mayor, ante tanta incertidumbre sobre el futuro que les espera a nuestros hijos, nietos, sus hijos… Nos advierte que se requiere de una transformación y ésta debe ser fundamentalmente mejor, donde la democracia, la equidad, la paz, la justicia social, y la sustentabilidad de nuestro medio ambiente, deben ser prioridades en nuestra sociedad global.
Esta alternativa demanda cambios trascendentales en nuestro estilo de vida y comportamiento, y la educación juega un papel vital en todo esto porque es un instrumento muy poderoso para fortalecer el cambio. Al mismo tiempo, -como todo cambio- es un reto desafiante porque representa modificar nuestro modo de pensar para enfrentar la complejidad del fenómeno, la rapidez de los cambios, lo repentino, lo desconocido… Significa alterar nuestra manera de enseñar, ahora tenemos que organizar el conocimiento lo cual implica eliminar nuestra conductas tradicionales para concebir el nuevo, por otro lado, es imprescindible reformular las políticas y programas educativos y mantener el rumbo a largo plazo para las futuras generaciones, es decir, mantener un desarrollo sustentable y sostenible. El autor presenta siete principios clave que considera ineludibles para la educación del futuro y que finalmente tienen el objetivo de suscitar un debate entre los responsables de la educación para desentrañar su propio pensamiento ante esta problemática. El texto pretende exponer los problemas centrales que aún son ignorados u olvidados y que son necesarios para enseñar en la actualidad. Estos siete saberes fundamentales para la educación del futuro -en mi opinión, ya del presente-, deben estar vigentes en toda sociedad y cultura, indiscutiblemente respetando sus propias reglas. “El saber científico sobre el cual se apoya este texto para situar la condición humana no sólo es provisional, sino que deja al descubierto profundos misterios concernientes al universo, la vida, el nacimiento del ser humano. Aquí se abre una discusión en la cual intervienen las opciones filosóficas y las creencias religiosas a través de culturas y civilizaciones”.2 Lo anterior permitirá adaptarlo con sus respectivos ajustes a cualquier cultura e identidad, incluyendo la nuestra. En el texto original de Edgar Morin (1999), se tratan los siete saberes por capítulo extensamente, por lo que en esta reflexión se presenta un brevísimo comentario de cada uno, basada en la traducción de los expertos.
Edgar Morin, establece la necesidad de implantar y desarrollar en el sistema educativo, el estudio de las características cerebrales, mentales, culturales del conocimiento humano, sus procesos y modalidades de aprendizaje, de la disposición de los estudiantes tanto psíquicas, como físicas, y culturales que lo ponen en riesgo. Considera que educamos notoriamente “comunicando” los conocimientos, sin conocer a nuestro estudiante, sin considerar sus capacidades, sus habilidades y dificultades o imperfecciones, y una total incompetencia de comprender su propensión tanto al error como a la ilusión. Asimismo argumenta que el conocimiento no puede ser considerado como una herramienta que se puede utilizar sin examinar su naturaleza; el conocimiento del conocimiento debe ser una necesidad primaria para preparar al estudiante a enfrentar los riesgos de error e ilusión. …“Se trata de armar cada mente en el combate vital para la lucidez” (Morán:1999). Entendiendo esto como la preparación de cada estudiante para que obtenga y adquiera un aprendizaje efectivo, lúcido y para toda la vida.
Morin, enfatiza un problema severo que se ha ignorado por demasiado tiempo, el cual es, la necesidad de originar y promover un conocimiento que aborde los problemas globales, y una vez comprendidos y fundamentados extender en él los conocimientos regionales y locales. Cuando el estudiante -independientemente de la disciplina a la que pertenezca-recibe un conocimiento fragmentado, éste queda incompleto por obvias razones, pero peor aún, en la mayoría de las veces perturba o se ciega el enlace entre las partes y la totalidad. Entonces, es primordial dar lugar a un conocimiento que sea capaz de captarlo para aplicarse a sus contextos. Luego entonces, -insiste el autor- es preciso desarrollar la aptitud natural de la mente de nuestros estudiantes, a fin de orientar todas sus informaciones en un contexto y un conjunto, que conozca para que le sirve el conocimiento y estar cierto donde y cuando aplicarlo. Como docentes tenemos el compromiso de enseñarles métodos que les auxilien a percibir las relaciones e influencias bilaterales entre las partes y el todo en nuestro mundo actual tan complejo y globalizado.
El autor, está convencido que en la educación se debe incluir necesariamente el conocimiento de la condición humana de los estudiantes; el ser humano es un sujeto biológico, físico, psíquico, social, cultural e histórico, entes únicos e individuales, -de ahí el término individuo- y es precisamente por esta complejidad de la naturaleza humana, que no puede estar desintegrado de la enseñanza. Con este saber, con el hecho de reconocer la unidad y complejidad humana, será posible que a partir de las diferentes disciplinas, se congreguen y organicen los conocimientos de cualquier ciencia, -antes dispersos-. Esto es, en la medida que se tome conciencia de la identidad propia y lo compleja que es, en esa mesura se aclarará la identidad común de todos los otros humanos con los que convive y comparte el conocimiento, así mismo, se comprenderá fundamentalmente la ciencia.
¿Por qué razón se ignora el destino de nuestro planeta? Nuestros estudiantes ya obtuvieron un aprendizaje de su mundo, tienen antecedentes históricos. Desgraciadamente por no conectar con la liga del conocimiento de la condición humana, se presenta un divorcio y por ende la falta de la responsabilidad compartida. En pleno siglo XXI, con los avances científicos y tecnológicos que se han tenido y en lo sucesivo lo que está por venir con los desarrollos de la era planetaria, resulta indispensable tener como objetivo una identidad terrestre y mantenerla todos los seres humanos concientes. Se debe volver uno de los principales objetivos de la enseñanza, aún cuando es un tema complejo, ya que se confrontan los problemas de vida y muerte, pues como seres planetarios tenemos en común la misma comunidad de destino. Haciendo historia, la humanidad desde que se pudo comunicar se volvió solidaria entre todas las partes del mundo, ayudándose mutuamente y mostrando los problemas de guerras, opresión y dominación, de conflictos por intereses económicos, fanatismos, en fin, en todos los tiempos se han vivido “crisis” que han desequilibrado a las naciones, pero que no por ello han desaparecido. Entonces, no podemos ser autónomos del mundo que compartimos, incluso nuestra actitud deberá ser cooperativa y responsable.
Durante toda la vida, tal vez en innumerables momentos y ante infinidad de situaciones hemos sentido esa sensación de incertidumbre. Lo inesperado, lo incierto, nos hace sentir inseguridad, vulnerabilidad, nos encontramos en un estado de desequilibrio e inestabilidad. Ante esto, ¿por qué no enseñar principios de estrategias que permitan afrontar los riesgos?, que estemos preparados para enfrentar lo inesperado y modificar su desarrollo con base en las informaciones previamente adquiridas y planeadas. Tener en mente varias alternativas de solución a los problemas, procurando cada vez más el tener certeza, a fin de agotar la incertidumbre. Con el avance de la ciencia se han adquirido muchas certezas, pero igualmente revelan una gran cantidad de incertidumbres. Siempre habrá en nuestro mundo algo que resolver, se descubre algo y nace algo nuevo, desconocido para la ciencia y eso crea nuevas incertidumbres… ¿Por qué no incluir una enseñanza de las incertidumbres? Agregar a la educación temas de ciencias y temas donde se conozcan y generen incertidumbres para aprender a vislumbrar una gran variedad de alternativas o de posibilidades de solución, con la finalidad de preparar nuestras mentes y enfrentar lo inesperado. El tiempo de las predicciones ya pasó, las situaciones inesperadas se viven diariamente en todos los países, por ende, no nos podemos quedar plantados a que los demás resuelvan las problemáticas, tenemos que incitar a nuestros estudiantes para que se preparen y afronten lo inesperado, de lo contrario, estarán condenados al rezago que provoca la inseguridad y la inestabilidad. Como docentes estamos obligados a estar a la vanguardia con la incertidumbre de nuestros tiempos.
Vale la pena en este punto reflexionar por qué razón en pleno S. XXI, se tienen muestras de desprecio, racismo y xenofobia. ¿Dónde queda la comprensión en nuestros tiempos? Siendo esta un medio y un fin de la comunicación humana, y siendo el principio de las relaciones humanas, sigue estando ausente en la enseñanza. Incluso mundialmente existen ejemplos radicales de incomprensión humana, el continente africano sigue viviendo en condiciones infrahumanas ante los ojos del mundo. ¿Por qué? ¿Dónde está la comprensión mutua? El autor estima que para el desarrollo de la comprensión es necesaria una reforma de mentalidades, y asegura, que esta reforma debe ser obra para la educación del futuro -ya presente y urgente- en todos los niveles educativos del sistema y en todas las edades. Para salir de este estado de barbarie e incomprensión, es vital la comprensión mutua entre los humanos tanto cercanos como lejanos. Asimismo, considera la necesidad de estudiar la incomprensión, sus raíces, modalidades y efectos, porque los resultados se dirigirán a las causas y no a los síntomas. Al mismo tiempo constituirán las bases para asegurar una educación orientada hacia la paz.
Antiguamente se entendía la ética como el estudio de la moral, y entendíamos que como individuos se convive en una sociedad. Ahora la ética se analiza desde el punto de vista del individuo que tiene relación en un espacio, en el cual se requiere de un control mutuo de la sociedad por el individuo y del individuo por la sociedad, -la democracia-. El autor considera que la enseñanza en este punto debe conducir a una “antropo-ética” mirando la trilogía de la condición humana y que consiste en ser a la vez individuo-sociedad-especie, y ello implica la inclusión de la ciudadanía terrestre. La ética debe formarse en las mentes a partir de la conciencia que el ser humano es a la vez individuo, que forma parte de una sociedad y que es una especie mas del mundo terrestre, es una triple realidad de la cual no se puede escapar en la actualidad tan compleja. Compleja porque aparte del desarrollo humano se debe incluir el desarrollo conjunto de las autonomías individuales, de las participaciones comunitarias y de la conciencia de pertenecer a la especie humana.
Conclusión El compromiso que tenemos los docentes en pleno S. XXI está más que claro en el texto de Edgar Morin como aportación a la solicitud de la UNESCO, ya hace casi 10 años, y aún nos falta un gran trayecto por recorrer. Vivimos en una sociedad globalizada que al mismo tiempo trae como consecuencia más retraso a los países en desarrollo, y si no es consecuencia, si se hace más palpable el grado de rezago que tiene nuestro país. Los siete saberes que muestra el documento son una más de las alternativas que tenemos como docentes responsables y facilitadores del aprendizaje en la educación superior, y es inconcebible que a estas alturas sigamos con sistemas de educación obsoletos, que aceptemos estar en la docencia sin tener claro como son nuestros estudiantes, sin considerar que trabajamos con entes únicos, diferentes unos de otros; en la actualidad todavía se presentan casos de desprecio y discriminación social y cultural, es evidente pues, la necesidad de mantener presente y de manera constante nuestra condición humana. Por otro lado, el hecho de seguir impartiendo conocimientos sin provocar el razonamiento para lo que servirá el aprendizaje, sus aplicaciones, su pertinencia al mundo actual, resulta una evidente falta de ética, porque reflexionemos, ¿en qué se está contribuyendo a la sociedad?, y ¿qué estamos aportando para beneficio de la comunidad terrestre? ¿Queremos seguir estancados? Independientemente de lo pertinente del conocimiento, está la certidumbre de ese conocimiento, ¿les enseñamos a enfrentar situaciones riesgosas? ¿Cómo los preparamos para lo inesperado? Que tan cierta es la expresión de la sociedad cuando argumenta que estamos preparando individuos desarmados, los cuales se enfrentan con una realidad muy diferente a la que suponen cuando son estudiantes universitarios. Es cierto, tenemos una responsabilidad enorme: enseñarles como defenderse de las adversidades, como afrontar los problemas inesperados, las incertidumbres, mostrarles la necesidad de tener una serie de alternativas o posibles soluciones a cada problema. Pero ¿cómo?, estando al día, a la vanguardia, enterados de lo que sucede en el mundo y comentarlo, reflexionarlo, forzarlos a pensar como resolverían tal o cual situación, el porque de sus posibles consecuencias, discutir las posibilidades, motivarlos a que comenten diariamente lo sucedido y la manera de cómo se resolvió, lo que se hizo, si están de acuerdo o no y porque, etc… Lo anterior nos ayuda a enlazar este compromiso con los demás, porque el tener un panorama más amplio de la situación que vive su país, su sociedad, adquieren cierta sensibilidad necesaria para la comprensión, esa comprensión que se ha dejado de enseñar, de practicar, -el principio de las relaciones humanas-, ¿cómo es posible que no se pueda dar? Pues si, en efecto cada día hay menor tolerancia hacia los demás, más exigencia sin comprender realmente que le sucede a tal o cual persona, es preciso conectarnos en ese sentido y estar alertas a esas indiferencias, incluso injusticias. Y ello nos lleva a la ética del género humano y el compromiso con la sociedad terrestre, insistir en la educación para cuidar nuestro entorno, nuestro espacio, nuestro planeta. Ser concientes de que pertenecemos a una sociedad mundial, sí con nuestra autonomía, pero dentro de una comunidad de la especie humana y ese espacio que compartimos es de todos. Reactivar el respeto perdido, respeto de sí mismos, por los demás, por su mundo, hacerlos concientes de la responsabilidad que tienen con su entorno, con su país, con su futuro.
1 MORIN, Edgar. Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura. Traducción: AGUILAR, Vázquez Irasema y THIERRY G., David René. Octubre 1999. 2MAYOR, Federico. Director de la UNESCO. Prólogo. Los siete saberes necesarios para la educación del futuro.
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