El estado de la conciencia en la construcción del espacio fílmico y el concepto de sutura.

Post date: septiembre 23, 2020 | Category: Décimo Séptima Edición Diciembre 2017

ARTÍCULO

Autor Responsable: J. Jesús Ríos Alanís

Colaboradores: Juan Carlos Saldaña Hernández, Natalia Gurieva, Cynthia P. Villagómez Oviedo.

 

Resumen 

En el presente artículo se abordan los aspectos teóricos sobre el desarrollo de la conciencia como consecuencia del movimiento articulado y planificado, que se puede relacionar con la construcción del espacio fílmico y el concepto lakaniano de sutura, las implicaciones de la imaginación en la anticipación de los eventos de la vida y la disposición cognitiva a la relación causa efecto como responsable en la construcción de continuidad y sentido unificado en la estructura narrativa. 

 

Palabras clave:
Consciencia, mente, espacio fílmico, narración, sutura, sentido unificado. 

Cuando apreciamos una película poco o nada somos conscientes de los intrincados mecanismos de la cognición que se ponen en juego en una actividad tan simple y de hecho, es sorprendente la cantidad de funciones que operan en la consciencia y por debajo de ésta en las actividades más mundanas de la vida. El presente artículo destaca algunos de los hallazgos más fascinantes que se han descubierto en las ciencias del cerebro que podemos relacionar para comprender muchos aspectos en el fenómeno de la fruición fílmica y los causes por los que se ha desarrollado el lenguaje cinematográfico, en específico el espacio fílmico y el concepto de sutura que la experiencia de disfrutar una película solo es un pretexto para comprender cómo operan muchos  de los mecanismos de la consciencia y lo que hay por debajo de ésta. 

Dar seguimiento y comprender una narración en un lenguaje que tiene poco más de una centuria no surge espontáneamente, la evolución ya nos había dotado de las herramientas para desarrollar y comprender que este lenguaje se estructurara de algún modo como se ha venido dando en su propio devenir. El cinematógrafo inaugura un sofisticado lenguaje que es la base para comprender las complejas relaciones que hoy se dan entre los usuarios y los discursos articulados por los dispositivos multimedia con los que convivimos —y que en definitiva hay evidencias que están modificando nuestra estructura cognitiva a diferentes niveles.

Cuando disfrutamos de una película muy apenas nos damos cuenta que estamos sentados frente a una representación de una realidad planteada en el argumento fílmico y esto es porque quedamos inmersos en la narración que supone un olvido momentáneo de nuestra cotidianidad y nos dejarnos llevar en una ensoñación; cabe decir, que para la consciencia son muy difusas las fronteras entre realidad y ficción, a pesar de esto se involucran todos los mecanismos que pondríamos en juego en un evento real.  

En el presente trabajo planteamos cómo es que la consciencia interviene en la construcción del espacio fílmico y la forma en que somos capaces de estructurar una continuidad narrativa y de significación desde lo que —estrictamente hablando- son simples fragmentos de una realidad representada a través de las convenciones del lenguaje cinematográfico y que puede o no tener referente en la experiencia de lo cotidiano.

 

Es importante destacar que, se hace referencia a la consciencia, no obstante, se toma en cuenta el correlato de los procesos que se dan por debajo de ésta y es posible afirmar, —sin temor a equivocarnos- que la mayoría de los procesos que articulan el relato se dan a este nivel o son procesos que han pasado a ser automatizados, es decir, no se pueden entender conciencia he inconsciencia por separado, pues son la misma cosa y de no entenderlo así estaríamos cayendo en una visión dualista superada ya hace mucho tiempo. 

Asimismo conviene mencionar que no queremos que se vea esto de una manera simplista y en cierta medida ingenuo, pues los procesos que hacen posible la mente son aún en gran medida posturas  teóricas que han surgido a partir de los últimos hallazgos sobre los enigmas del cerebro y que es paradójico que con los avances científicos actuales no se tenga la certeza sobre los mecanismos de la cognición y andemos “a la manera de Diógenes”: a pleno día buscando con la trémula flama de la ciencia las respuestas que nos den luz sobre el vasto universo de nuestra propia mente; pues no es sino muy recientemente que gracias a la observación mediante sofisticadas y potentes herramientas de monitoreo, que se han dado pasos agigantados en el enigma más grande del universo: la mente humana.

Hay una solución teórica que nos permitirá entender la idea que hay respecto de los mecanismos del cerebro y la evolución de la conciencia,  así como la manera como se desarrolla el modelo unificado de nuestra propia condición en interacción con el medio, teniendo una representación del movimiento, la noción del tiempo y la forma en cómo estos conceptos se construyen no solo en nuestra realidad inmediata, pues es posible comprender que espacio y tiempo se proyectan más allá de lo que puede ser el medio físico y asumir representaciones de ficción como si fuesen prolongaciones del espacio y tiempo físico  relativizándose con las herramientas y las técnicas de los que hacen el cine, pero esto es imposible gracias a lo dispuesto por la mente para articular relatos con una significación y un sentido unificados.

No podemos adentrarnos en la comprensión del espacio fílmico sin entender primero cómo se construye el concepto de espacio a través del entorno y la retroalimentación de los sentidos, cómo es que somos conscientes de nosotros como entidad individualizada frente a una realidad que como parte de ella quedamos sujetos a sus leyes e interactuamos en una dinámica de adaptación.
¿Cómo es que la mente se ha conformado como hasta ahora la conocemos?,¿Cuáles son los enigmas que nos hacen humanos y que parece todo estar contenido en una pequeña entidad gelatinosa de apenas kilo y medio?  

Podemos comenzar por entender que somos parte y estamos inmersos en una sorprendente dinámica evolutiva y que somos parte de éste devenir en el que hemos sido conformados bajo las inexorables demandas del entorno, entender que no hemos aparecido espontáneamente y que los enigmas de la mente deben entenderse como parte de estos mecanismos de adaptación siendo uno de los muchos resultados exitosos en esta vorágine evolutiva.

Desde los organismos más elementales, como los virus, que parecieran estar en la frontera de lo biológicamente vivo, tienen la necesidad de hacerse con los medios que garantizan la replicación de su propia estructura, para esto hay que desplazarse o asirse a algo que los aloje para tales fines, es decir, hasta el organismo más simple demanda de estrategias de desplazamiento  exitosas en el entorno donde se desarrolla, el desplazamiento es pues, la primer necesidad y no es fortuito que es el movimiento el que haya dado paso a lo que hoy conocemos como cerebro, que es el que construye nuestra realidad y es la principal característica que poseen de los organismos que tiene que desplazarse.

Estas formas elementales de vida debieron desarrollar los elementos que les dieran una dimensión frente al medio ambiente que los contiene, éstas entradas sensoriales no necesariamente desarrollan el movimiento, pero sí son los principios de una organización dinámica que es el rudimento de un sistema centralizado (cerebro con su sistema nervioso periférico) que iría modulando los estímulos en un sistema semicerrado, esto trascendió a formas organizadas de vida más complejas que se desplazan activamente en el entorno como un todo; este momento es crítico pues es claro que el desarrollo evolutivo del sistema nervioso es una propiedad exclusiva de los organismos activamente móviles. Todo lo anterior deriva en lo que los organismos altamente organizados se les conoce como cerebro que es el órgano indispensable para desarrollar una locomoción organizada y guiada bajo un plan interno que garantice un desplazamiento seguro.

Todo esto pareciera ocioso si lo que estamos tratando de explicar es cómo se construye el espacio fílmico, pero, la conformación de estos organismos organizados de esta manera trajo como consecuencia otro aspecto que es indispensable entender para darnos cuenta de lo elaborado y sofisticado de la mente para construir sistemas articulados de comunicación a partir de elementos mínimos.

Vayamos pues a lo esencial, el sistema nervioso con su mecanismo de locomoción articulado y la retroalimentación momento a momento del entorno a través de los sentidos, seria innecesario sino hay un plan compuesto por predicciones que inevitablemente tienen una intencionalidad, caso contrario, ¿qué caso tiene arriesgarse moverse a ciegas?

Ahora hemos llegado a la palabra fundamental que motivo este artículo: predicciones y lo importante sería saber ¿Cómo evoluciono el sistema nervioso central para desarrollar esta capacidad que es notablemente vital para lograr la supervivencia? Y, dicho sea de paso, lograr la fruición fílmica. 

Ya vimos que estas estrategias de predicción se desarrollaron en el cerebro, que es un sistema cerrado y que es preciso decir, a pesar de los avances en la ciencia de la mente esta capacidad de predicción no se localiza en un área elocuente, por lo que resulta sorprendente que para desarrollar esta capacidad y otras, el sistema haya congregado en una entidad abstracta llamada “sí mismo”.

El “sí mismo” no es la capacidad de autoconsciencia, pues ésta se da solo teniendo conocimiento del “sí mismo” y que lo extraordinario de la autoconciencia se da, por medio de un sistema que logra concentrar de manera isocrónica la multiplicidad de estímulos referidos por los sentidos (Llinas, R.: 2003). Teniendo en cuenta que el cerebro predice mediante esta entidad abstracta, podemos deducir, que esto genera lo que es el estado mental o dicho en otras palabras: la mente es lo que produce el cerebro.

Este modelo del “sí mismo” sirve para anticipar mediante una rápida comparación entre las características del entorno llevadas por los sentidos y la representación interna, una vez que se generan estrategias para desplazarse en el entorno, el sistema tiene que generar programas premotores que una vez que estos estímulos del exterior adquieren sentido los pasa a programas motores de locomoción.

La predicción es esencial para que el cerebro genere el movimiento basado en intencionalidades y debemos entender, que las estrategias que se desarrollan se hacen para ahorrar tiempo y recursos, además debemos considerar que el sistema motor para controlar la cantidad de músculos implicados en el movimiento tiene que generar representaciones discretas, es decir, que estas representaciones se coordinan por grupos de músculos para que se produzca adecuadamente el movimiento.

El control cerebral del movimiento organizado dio origen a la generación y naturaleza de la mente y sabemos que es un sistema altamente cooperativo, así la predicción es posible cuando se pueden calcular segmentos de tiempo bien definidos de modo que se coordinen adecuadamente las intenciones del organismo, tal comprensión del mundo externo se realiza mediante la yuxtaposición de las representaciones sensomotoras generadas internamente con las propiedades sensorialmente referidas del exterior que han sido llamadas universales y todo esto se desarrolla en milisegundos. (Llinas, R. 2003).

Las funciones que hemos denominado como el “sí mismo” son coordinadas desde una esfera isocrónica llamada sistema talamo-cortical que hace coincidir sincrónicamente las propiedades del mundo exterior referidas por los sentidos, con las motivaciones y memoria generadas internamente, así pues, esto es lo que podemos denominar como subjetividad.

La forma como el cerebro afronta lo anterior —dado que los estímulos del exterior están de forma fragmentada-, es el foco donde se desarrollan los estudios neurocognitivos contemporáneos.  
Se han querido destacar las características que conforman dicha subjetividad porque de esto dependen los sofisticados mecanismos que hacen posible la creación de relaciones abstractas, mediante supuestos de la realidad para conformar el sentido de la misma.

El cine es el medio que conforma un complejo sistema de significación mediante la imagen en movimiento, la cual nos ha modificado notablemente. El cine es una representación de la realidad que hemos aprendido mediante la convivencia con elementos que discurren de tal forma, que podemos entenderla como otra realidad, en la que involucramos todas las habilidades ya antes analizadas.

En el presente artículo se aborda únicamente lo que concierne al espacio fílmico, que podemos entender como una relación que se construye a partir de los elementos del montaje, pero que no necesariamente corresponde a una realidad concreta, es decir, el espacio que se produce con la relación semántica entre plano y plano, que no necesariamente corresponde al espacio presentado en estos planos.

El espacio fílmico no se construye únicamente con lo que se contiene en los bordes del plano cinematográfico, no se queda en su pura inmanencia, pues se construye en una estrecha relación con la mente del espectador y así el encuadre no es más que un índex que gatilla e induce al estado latente de la narración.

El estado latente de la narración, no es una mera expresión cinematográfica, en este caso refiere a uno de los hallazgos más sobresalientes de la mente respecto a la tendencia que todos tenemos por la narración y crear sentido a cuanto acontecimiento se nos presenta, enmarcándolo en un estado de causa y efecto. 

Qué pasaría si estamos ante un acontecimiento de la vida en donde no alcanzamos a ver lo que se está desarrollando; digamos un incendio, en el piso superior de una casa, nosotros estamos a la distancia observando con el deseo de saber lo que sucede en el interior de las habitaciones donde se produce dicho incendio, lo único que podremos hacer es especular lo que se está desarrollando, pero la duda y las expectativas de lo que ‘suponemos’, nos urge por saber realmente lo que está sucediendo, mientras tanto, llegan los bomberos al rescate; para nosotros es inevitable que la mente comience a suponer los hechos a través de episodios en nuestra imaginación, pero nada sabemos realmente; no sería sino hasta que leyéramos en la prensa el testimonio de lo que el bombero vivió o bien que conociéramos al bombero para que nos narrara cómo sucedió, que podríamos tener la historia completa, mientras no sea así nos conformaremos con lo que nosotros recreamos con nuestra experiencia y desde un solo punto de vista. 

 

La narración anterior es lo que una cámara se concretaba a hacer en los principios del cine: ser un espectador fijo e inmóvil de las escenas de la vida. No fue hasta que a Edwin Porter en 1903 en life of an American Fireman, construye por primera vez un espacio fílmico en donde la cámara no se queda en un solo espacio fijo e inmóvil concretándose a mostrar el hecho como un simple espectador en la calle. Lo que hace Porter es mostrarnos la misma acción desde diferentes puntos de vista alternando exterior e interior de la misma acción sin romper la continuidad a pesar de que esta fragmentando el espacio. Esta acción con intercortes es la forma de representar la acción continua de manera natural, como si alguien nos la estuviera narrando de manera oral, pero con la acostumbrada dinámica que es pasar de un lugar a otro en la narración sin perder la continuidad y la unidad de sentido, pero si hemos sido observadores cuando alguien narra no se concreta a presentar los hechos de forma monolítica, muy probablemente enriquece la narración insertando comentarios que hicieron otras personas o experiencias desde el puntos de vista de otros y aun así somos capaces de mantener la narración unificada. 

Lo anterior ya se daba en la tradición de la narración oral pero no se había visto en otro tipo de lenguaje con tal dinamismo como lo hace el cine, a escasos 25 años de su invención el cine estaba aprendiendo y los intercortes trajeron la  oción de continuo siendo capaz de mostrar el flujo de la acción pasando de un espació a otro. A pesar de que parezca esto darse de una manera natural no sería esto posible si la capacidad de la memoria a corto plazo, la capacidad predictiva y la capacidad de crear empatía con los hechos narrados.

Mientras todo esto sucede en la pantalla y nosotros estamos allí en el mismo lugar sentados, nuestra mente está trabajando arduamente. Son muchos los autores que afirman que tenemos una mente narrativa, pero ¿por qué? Al parecer la narración juega un papel muy importante en la convivencia social “el mito y el relato son manifestaciones de una cultura que llega a pactar con las exigencias contrapuestas de la vida comunitaria. La narrativa refleja las tensiones inherentes a una cultura que produce los intercambios que requiere la vida cultural” (Bruner. J 2002). A su vez, Strauss, L., en ésta afirmación vemos que la narración juega un papel muy relevante como recurso que permite comprender nuestras propias acciones a través de la ficción. McKee (2013), afirma que tenemos una inclinación muy marcada hacia las historias, leemos, vemos, escuchamos historias; somos máquinas de contar historias.

 

Todo esto coincide en que en el afán de entender cómo funciona la mente humana, los resultados más destacados de la ciencia respecto a las historias tiene que ver con la forma en cómo usamos las historias para absorber los estímulos de la vida cotidiana y destacar los momentos de conflicto y eliminar las banalidades, es ahí donde se destacan ciertas cosas como valiosas estableciendo relaciones de causa y efecto. Transformar las experiencias en historias es la manera como la mente se entiende a sí misma y su lugar en el mundo. 

Es debido a lo anterior, que la narración o las historias son un rasgo permanente en todas las culturas, es a través de las historias que se marcan las pautas de la vida. Es así que, en nuestro entorno, “El cerebro tiende en gran medida a organizar esta abundancia de material como lo haría un director de cine, es decir, dándoles cierto tipo de estructura narrativa coherente en la que a ciertas narraciones se les otorga el papel de causas de ciertos efectos. Esto precisa de la selección de las imágenes correctas y su ordenación en una hilera de unidades de tiempo y encuadres espaciales.” (Damasio, A. 2010).  

La construcción del espacio fílmico es una consecuencia de los modelos que la mente crea, el espacio no se limita a la experiencia directa sino que se prolonga a través de la representaciones que son, algo así, como una imaginación expandida, es como la propiocepción que desarrollamos con las herramientas, llegamos a usarlas con tal precisión que parecen una extensión de nuestro propio cuerpo, vasta poner un ejemplo que lo entenderán perfectamente los que manejan; en el uso constante del coche desarrollamos ciertas habilidades para apropiarnos de las dimensiones del coche como si fuera parte de nuestro cuerpo, porque de alguna manera modelamos en nuestra mente las dimensiones del coche y sabemos perfectamente y en automático las relación del cuerpo con el coche y el espacio donde circulamos a tal grado que podemos sentir encarnada en nuestra mente esas dimensiones, no quiero ahondar tanto al respecto baste decir que nuestra capacidad de crear modelos espaciales no se queda en nuestras propias dimensiones sino que , lo expendemos a espacios imaginarios (virtuales). 

El ejemplo anterior nos dejará ver que en el cine pasa lo mismo, que el espacio fílmico se construye a partir de disposiciones cognitivas que nos permiten establecer relaciones de escala y proximidad con los elementos en escena y establecemos coordenadas del espacio en cuestión a través de los emplazamientos y movimientos de la cámara.

Como vemos, el cine nos ha modificado no solo con la dinámica del lenguaje cinematográfico, sino que la mente narrativa no viene dada solo porque nos gusten las historias, pues recientemente se ha determinado que un módulo en el hemisferio izquierdo del cerebro que le han llamado el intérprete, tiende a justificar en una relación de causa y efecto todo cuanto vemos en nuestra cotidianidad incluso eventos que no tiene una relación, quedarán velados por esta disposición de nuestro cerebro.

Para ilustrar lo anterior, tenemos que decir que el cerebro es un sistema altamente sofisticado para encontrar regularidades y patrones —que después hacer uso de estos-, como un patrón aprendido, logra una economía cognitiva, pues de lo contrario, si llegara a tomar todos los eventos de la vida como si fueran ‘nuevas experiencias’, esto supondría un enorme gasto cognitivo y no tendríamos la capacidad de responder de manera automática a situaciones de peligro. Esto tiene sus consecuencias, mucha de nuestra realidad es una construcción basada en supuestos y tendemos a inferir lo que viene.

Gracias a estos mecanismos de inferencia es que es posible la construcción de unidades de significación en el cine y así construir la narración; esto en términos cinematográficos tiene un nombre que viene del dominio de la psicología Lakaniana denominado “sutura” y que consiste en la “relación del espectador con su propio discurso, a través de la articulación de las relaciones imaginarias de una imagen con la siguiente. Gracias a la sutura, el espectador es el gozne capaz de articular el sentido entre dos planos” (Zavala L 2003).  

Podríamos decir, que las ciencias cognitivas recientemente han descubierto las disposiciones que permiten crear sentido a través de la confrontación de dos planos, no obstante, los cineastas ya lo conocían desde hace mucho tiempo.

 

Es fascinante entender desde las ciencias cómo se construye el cine; cómo una experiencia en la que es casi imperceptible distinguir las fronteras, que se entreteje entre la realidad y la ficción mueven sistemas que han sido prevalecidos por el devenir evolutivo para conservar y asegurar la existencia; pero claro, nuestros sistemas no estaban preparados para lo que hoy es una simple diversión y parece embarazoso sorprendernos a nosotros mismos a lágrima viva, por algo que no tiene ninguna relevancia en términos de supervivencia. Hay muchos otros aspectos que intervienen en lo que acabamos de mencionar, pero eso no puede ser expuesto en un artículo pues demanda de un análisis más profundo por tratarse de fenómenos sociales —que al igual que las lágrimas que se vierten por una narración cinematográfica-, tienen sus efectos en una dimensión mayor, produciendo efectos a nivel social; por lo que la presente investigación derivará en un producto de investigación más amplio.

Es debido a lo anterior, que se plantea el hecho de que comprender los sistemas de creencias que se construyen una cultura marcan definitivamente la manera de entender y articular la realidad, en nuestra visión occidentalizada resulta incomprensible una cultura como aquellas donde se practicaba o practica el vudú, donde un individuo que vivifica todas las creencias de su cultura cae enfermo de muerte, porque en su existencia le han inoculado la idea de que es vulnerable a ciertas prácticas donde se le puede afectar por medio de un muñeco que le representa. Pareciera absurdo, pero ¿A caso, no es el cine una forma atenuada del vudú? Si no, cómo entender que una persona llore desconsoladamente solo por exponerse a una ficción.  

 

Bibliografía.

Bruner, J. (2003). La fabrica de historias. Argentina: Fondo de Cultura Económica

Damasio, A. (2010). Y el cerebro creó al hombre. Barcelona: Ediciones Destino.

Gazzaniga, M. (2012). ¿Quién Manda aquí?. Madrid: Paidos.

Llinas, R. (2003). El cerebro y el mito del yo. Barcelona:  Norma

McKee R. (2013). El Guión. Barcelona España: Alba

Zavala, L. (2003). Elementos del discurso cinematográfico. México DF: Universidad Autónoma Metropolitana.